"On n'est pas dans le futurisme, mais dans un drame bourgeois ou un thriller atmosphérique"
Cuando la razapa entró, cargada con el haz de lena que acababa de merodear en el monte del senor amo, el tio Clodio no levantó la cabeza, entregado a la ocupación de picar un cigarro, sirviéndose, en vez de navaja, de una una córnea, color de ambar oscuro, porque la habia tostado el fuego de las apuradas colillas.
Ildara soltó el peso en tierra y se atusó el cabello, peinado a la moda de las senoritas y revuelto por los enganchones de las ramillas que se agarraban a él. Después, con la lentitud de las faenas aldeanas, preparó el fuego, lo prendió, desgarró las berzas, las echó en el pote negro, en compania de unas patatas mal troceadas y de unas judias asaz secas, de la cosecha anterior, sin remojar. Al cabo de estas operaciones, tenia el tio Clodio liado su cigarrillo, y lo chupaba desgarbadamente, haciendo en los carrillos dos hoyos como sumideros, grises, entre el azuloso de la descuidada barba Sin duda la lena estaba húmeda de tanto llover la semana entera, y ardia mal, soltando una humareda acre; pero el labriego no reparaba: al humo ¡bah!, estaba él bien hecho desde nino. Como Ildara se inclinase para soplar y activar la llama, observó el viejo cosa mas insólita: algo de color vivo, que emergia de las remendadas y encharcadas sayas de la moza... Una pierna robusta, aprisionada en una media roja, de algodón...
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