Dans ce recueil de 13 nouvelles, la jeune autrice mexicaine frappe fort mais juste
La senora Spragg y su acompanante estaban entronizadas en grandes sillones dorados, en uno de los salones privados del Hotel Stentorian. A las habitaciones que ocupaban los Spragg se las conocia como una de las suites Looey, y las paredes del salón estaban parcialmente forradas de reluciente caoba, tapizadas con seda de damasco de color rosa salmón y decoradas con retratos ovales de Maria Antonieta y la princesa de Lamballe. En el centro de la alfombra de flores habia una mesa dorada con la superficie de ónice mexicano, que sostenia una palmera en un cesto igualmente dorado y adornado con un lazo rosa. A excepción de la palmera y un ejemplar de El perro de los Baskerville, la habitación no mostraba otros indicios de ocupación humana, y la actitud de la propia senora Spragg era de absoluta indiferencia, como una figura de cera en una vitrina. Su elegante indumentaria justificaba esta pose, al tiempo que su rostro, de mejillas palidas y suaves, con los parpados hinchados y la boca caida, recordaba al de una figura de cera semiderretida, a resultas de lo cual le hubiera salido aquella papada.
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