Dans ce recueil de 13 nouvelles, la jeune autrice mexicaine frappe fort mais juste
Estabamos de luto por mi madre, que habia fallecido en otono, y pasamos todo el invierno solas en la aldea, Katia, Sonia y yo. Katia era una antigua amiga de la casa, una institutriz que nos habia criado a todos, y de la que yo me acordaba y a la que queria desde que tengo memoria. Sonia era mi hermana menor. Pasamos un invierno triste y lúgubre en nuestra vieja casa de Pokróvskoe. El tiempo era frio, ventoso, y los montones de nieve eran mas altos aún que las ventanas; estas casi siempre estaban congeladas y empanadas, y el invierno transcurrió sin que apenas fuéramos a ningún lado. Rara vez llegaba alguien a visitarnos; y quien llegaba no aumentaba ni la alegria ni el contento en nuestra casa. Todos tenian una expresión triste, todos hablaban en voz baja, como si temieran despertar a alguien, no reian, suspiraban y con frecuencia lloraban al mirarme y, sobre todo, al mirar a la pequena Sonia con su vestidito negro. Era como si en casa aún se percibiera la muerte; la tristeza y el horror de la muerte flotaban en el aire. La habitación de mama permanecia cerrada, y aunque a mi me daba mucho miedo, habia algo que me empujaba a asomarme a esa alcoba gélida y vacia cuando pasaba frente a ella antes de irme a acostar.
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