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Informacion sobre la competición ciclista más conocida por el mundo recolectada por Mario Fossati Después de veintitrés etapas y casi cinco mil kilómetros, al término del Tour de Francia de 1952, los aplausos del Parque de los Príncipes son todos para el maillot amarillo italiano, el dominador absoluto de la carrera: Fausto Coppi. Con el apoyo del equipo nacional en el que brillaban entre otros dos grandes del ciclismo italiano, Gino Bartali y Fiorenzo Magni, Coppi logró resistir a los ataques de los franceses, de los belgas y de los españoles y reponerse a una serie de desafortunados accidentes. Mario Fossati fue testigo de aquella hazaña. Enviado por La Gazzetta dello Sport, siguió la carrera desde una motocicleta y recopiló información en los hoteles donde se alojaban sus protagonistas. En el libro narra el triunfo de Coppi día tras día como si fuera un guion cinematográfico. Fossati no se limita a la descripción de las etapas sino que ofrece un retrato de todos sus protagonistas, analiza la rivalidad entre Coppi y Bartali, desvela las estrategias de Alfredo Binda, excampeón y capitán del equipo italiano, y recopila las palabras de Biagio Cavanna, el fisioterapeuta ciego, mentor de Coppi. Con un estilo tan elegante y potente como una escapada del Campeonísimo, uno de los maestros del periodismo italiano nos devuelve aquel ciclismo heroico, el deporte por excelencia, en el que una entera generación se vio reflejada SOBRE EL AUTOR Mario Fossati (1922-2013), uno de los más destacados periodistas deportivos italianos, sobrevivió de milagro a la campaña de Rusia de la Segunda Guerra Mundial. En 1945 empezó a colaborar con La Gazzetta dello Sport, en 1956 aterrizó junto a su gran amigo Gianni Brera en la redacción del Giorno y, finalmente, en 1982 llegó a La Repubblica. Escribió sobre todo de ciclismo, boxeo e hípica. El Tour de France escrito en 1977, es su único libro. EXTRACTO En aquella época, el ciclismo se apoyaba sobre dos pilares, el Parc des Princes (cuya pista roja había desaparecido a golpe de zapapico) y el hipódromo Vigorelli. Aquel domingo de mediados de julio, Fausto Coppi, el vencedor, desfilaba ante los parisinos (la multitud anónima del pueblo parisino, escribirá Gaston Bénac). Fausto parecía hecho de aire. El maillot de seda, el último maillot del Tour, le marcaba las costillas. Tenía las piernas aún brillantes de embrocación. Estaba tenso como un purasangre. Era el dominador del Tour.
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