Dans ce recueil de 13 nouvelles, la jeune autrice mexicaine frappe fort mais juste
Comenzaba a clarear el dia cuando despertó el doctor Aresti, sintiéndose empujado en un hombro. Lo primero que vió fué el rostro de manzana seca, verdoso y arrugado de Katalin, su ama de llaves, y los dos cuernos del panuelo que llevaba la vieja arrollado a las sienes.
-Don Luis... despierte. Muerto hay en el camino de Ortuella. El jues que vaya.
Comenzó a vestirse el doctor, después de largos desperezos y una rebusca lenta de sus ropas, entre los libros y revistas que, desbordandose de los estantes de la inmediata habitación, se extendian por su dormitorio de hombre solo.
Dos médicos tenia a sus órdenes en el hospital de Gallarta, pero aquel dia estaban ausentes: el uno en Bilbao con licencia; el otro en Galdames desde la noche anterior, para curar a varios mineros heridos por una explosión de dinamita.
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