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Empecemos por decir que Marley habia muerto. De ello no cabia la menor duda. Firmaron la partida de su enterramiento el clérigo, el sacristan, el comisario de entierros y el presidente del duelo. También la firmó Scrooge. Y el nombre de Scrooge era prestigioso en la Bolsa, cualquiera que fuese el papel en que pusiera su firma.
El viejo Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Bueno! Esto no quiere decir que yo sepa por experiencia propia lo que hay particularmente muerto en el clavo de una puerta; pero puedo inclinarme a considerar un clavo de féretro como la pieza de ferreteria mas muerta que hay en el comercio. Mas la sabiduria de nuestros antepasados resplandece en los similes, y mis manos profanas no deben perturbarla, o desapareceria el pais. Me permitiré pues, repetir enfaticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta. ¿Sabia Scrooge que aquél habia muerto? Indudablemente. ¿Cómo podia ser de otro modo? Scrooge y él fueron consocios durante no sé cuantos anos.
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