"On n'est pas dans le futurisme, mais dans un drame bourgeois ou un thriller atmosphérique"
La perspectiva divertida y enternecedora de un adolescente sobre las relaciones humanas y la familia Polo tiene 14 años y crece en el seno de una familia algo desordenada. En su opinión, su madre es «fea y paralítica», su hermana «una golfa que está mal de la cabeza» y su padre tiene una de las peores ocupaciones que puede tener un hombre: mujer de la limpieza. Con una lucidez desconcertante, a través de palabras incendiarias, Polo expresa la pérdida de su inocencia con una espontaneidad tan insolente como legítima. Sencillamente porque su armadura de guerrero está sembrada de palabras tiernas y al mismo tiempo alegremente crudas. Este refugio textual pone de manifiesto una bella tensión entre el deseo de emancipación, de sueño de realización y un universo familiar que no inspira el éxito. Un marco trágico para una comedia inteligente. Una novela que te enganchará SOBRE LA AUTORA (Agadir, Marruecos, 1981) De ascendencia normanda y marroquí, Saphia Azzeddine vivió su infancia en Agadir y, a partir de los nueve años, en Ferney-Voltaire (Francia). Estudió en la Facultad de Literatura, se licenció en sociología, vivió en Houston, trabajó como assistante diamantaire en Ginebra y se convirtió en periodista, guionista y escritora. Su primera novela, Confesiones a Alá ha sido adaptada al teatro en el Festival Off d'Avignon en 2008, con puesta en escena de Gérard Gélas. En 2009 se presentó en el Théâtre du Petit-Montparnasse y de nuevo en el Festival Off d'Avignon y hasta septiembre de 2010 el espectáculo ha estado de gira por Francia, Suiza, Bélgica y Luxemburgo. En 2010, Saphia actuó en la película de Olivier Baroux L'Italien y publicó su tercera novela, La Mecque-Phuket, protagonizada por dos hermanas de origen magrebí. Su segunda novela, Mi padre es mujer de la limpieza, ha sido adaptada al cine en 2010, Saphia ha dirigido este largometraje. EXTRACTO Mi padre es mujer de la limpieza. Muchas veces, después del colegio, me paso para echarle una mano. Para que podamos volver antes a casa. Y también porque es mi padre. Saco brillo, limpio, froto, aspiro, hasta en los rincones. Pequeño y menudo, me cuelo por todas partes. Pero también aprendo. Una palabra por semana. Y no cualquiera. Las palabras que asustan. Las arrogantes, las superiores, las desdeñosas, las trascendentes, aquellas que hacen que te mueras de vergüenza si no conoces su significado. Aquellas que se permiten el lujo de llevar tres consonantes seguidas como extremo. O hasta cuatro como abstruso. Sin que ni siquiera sea una falta de ortografía.
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