L'autrice coréenne nous raconte l'histoire de son pays à travers l’opposition et l’attirance de deux jeunes adolescents que tout oppose
Desde el vestibulo pasa la suave luz de una lampara escarchada al aposento paredano donde esta el tullido cercado de amigos. Hablan de proyectos logreros, de meriendas en heredades, de un sermón, de paseos bajo el refugio de los olmos del camino. Son viejos, como el enfermo, y tienen fortaleza, estrépito en la risa y fuman. Cuando le ayudan a variar de actitud o le acomodan la manta caida o arrastran su butaca de ruedas, siente él mas su impotencia y le llora angustiadamente su alma, pero los ojos no. ¡Oh, si le vieran llorar por fuera estos amigos viejos y alegres, que ni padecen el reuma senil!
Les miente todas las noches, diciéndoles que sus piernas, su brazo y costado no estan muertos para siempre. Nota que la vida acecha el penetrar borbotante por sus venas, regocijandole las entranas y flexibilizando sus nervios y músculos.
-Eso, desde luego. Ya vera, ya vera cuando pase el frio -contesta, estregandose las manos, un senor muy flaco, de perfil judio.
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